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Por Jose Ismael Alva Ch. A lo largo de la historia de la humanidad, el tratamiento de los muertos ha sido una de las conductas sociales más recurrentes. Los muertos siempre merecen algún tratamiento que varía según los usos y costumbres de los pueblos. En los Andes prehispánicos, las prácticas funerarias tuvieron cierta diversidad según la época, la región y el grupo cultural.
En sociedades como la Moche, en la Costa Norte del Perú, la posición que ostentaba un personaje fallecido podría determinar el trato que recibía su cuerpo inerte y las ofrendas con las que era acompañado. Sin embargo, hay que tener presente que el tratamiento de los muertos fue realizado por los deudos, su entorno social cercano; quienes por código cultural podrían considerar al fallecido de una manera no necesariamente igual a como fue en vida.
En el año 2004, el hallazgo de la tumba de la Señora de Cao fue uno los acontecimientos arqueológicos más importantes en el estudio del pasado andino, pues se trataba del enorme fardo funerario de un personaje de sexo femenino perteneciente a la élite Moche en buen estado de conservación.
Al momento de su muerte, entre los siglos IV y V d.C., el cuerpo de la Señora de Cao fue cubierto con polvo de cinabrio (Sulfuro de mercurio) y cuidadosamente envuelto por una compleja serie de 22 capas de tela y fibras de algodón, que contenían a su vez un fino ajuar. Todas estas capas fueron organizadas en tres etapas hasta completar un fardo final de 181 cm de largo, 75 cm de ancho y 42 cm de grosor; con un peso total cercano a los 120 kilos.
El voluminoso fardo de la Señora de Cao no fue lo único que los arqueólogos hallaron al interior de la tumba de este personaje, pues también se logró identificar y recuperar el cuerpo de un individuo adolescente y varias vasijas de cerámica con buen acabado.
Una de las primeras piezas de cerámica halladas en la Tumba de la Señora de Cao fue un cántaro con la representación de un búho, cuya abertura sobresalía de la superficie de la fosa funeraria. La particular posición de esta vasija destaca su uso como recipiente para la ofrenda de líquidos, probablemente de chicha, tras el entierro del personaje fallecido. La representación del búho en la vasija es sumamente sugerente, debido a que en el mundo moche esta ave nocturna está vinculada al ritual funerario de la preparación del cuerpo del ancestro.
Tras retirar una serie de capas de adobe, estructuras de caña, troncos de madera y tierra, los arqueólogos llegaron el piso de la tumba, localizada a 3 m de profundidad. Junto al fardo de la Señora de Cao se descubrió el esqueleto extendido de un adolescente, muerto por estrangulamiento por medio de una cuerda de junco que aún conservaba alrededor del cuello. Luego de ser sacrificado, el cuerpo del joven fue envuelto en una manta de tela llana, un tratamiento austero en comparación a la elaborada confección del fardo funerario del personaje principal.
Alrededor de los cuerpos se colocaron once vasijas como ofrendas a la tumba, siete de ellas eran de estilo Moche y cuatro de estilo Gallinazo. Las piezas miden entre 11 y 20 cm de altura, por lo que eran de fácil manipulación. Estos objetos no tenían evidencia de uso, lo que denotan que su producción estuvo determinada por el uso mortuorio.
Tradicionalmente se ha afirmado que la cerámica Gallinazo fue la antecesora de la Moche; sin embargo, la creciente documentación de piezas de ambos estilos en los mismos contextos arqueológicos, como en el caso de la tumba de la Señora de Cao, ha hecho que éstas relaciones cronológicas se replanteen como contemporáneas, al menos durante las primeras fases del estilo Moche.
Entre las vasijas de estilo Moche destacan dos botellas escultóricas que actualmente se encuentran en exposición en el Museo Cao. La primera representa a un personaje sentado con tocado, que tenía incrustaciones en los ojos, un collar y dos brazaletes. La otra pieza está elaborada en caolín (arcilla blanca) y representa una curandera que viste un manto en forma de pallar. Este personaje se encuentra colocando sus manos sobre el cuerpo de una niña que es sostenida por una mujer que bien podría ser su madre. Esta escena de curandería es única, pues es la primera vez que se le encuentra en un contexto funerario intacto y permite establecer su vinculación con la historia personal o actividades realizadas por la Señora de Cao.
Las ofrendas descubiertas en la tumba de la Señora de Cao son un conjunto importante de objetos que revelan la destreza técnica de los artesanos mochica y la dedicación prestada al evento funerario del personaje principal. Así, la colocación de objetos finos y el sacrificio de individuos reafirmaban las jerarquías sociales, naturalizadas a través del rito fúnebre en el mundo moche.
Bibliografía